Más de 20 mil son las piezas antiguas que pisan, cuelgan y sustentan el recinto propio de lo autóctono, de lo original, del camino del recuerdo, del Museo Veredal.
En el corregimiento de Juntas a 17 kilómetros de Ibagué, elementos con más de 300 años de existencia reposan en el techo, las paredes y el piso del escondido pero emblemático lugar. Con 27 años de fundado, el templo del recuerdo invadido por candados del año 1608, pocillos en laminillas de 24 quilates, revólveres de dos cañones, botones y espadas del año 1800, y radios de la segunda guerra mundial, preservan el significado real de lo que para muchos son cosas sin valor, chatarra o simplemente basura.
En su entrada, tres banderas entre las que sobre sale la de Colombia, dan la bienvenida a propios y extraños que desde ya deben afinar sus oídos y memoria para recibir fechas y lugares de objetos como pailas y carteras de plata, tallados de muebles y tejidos antiguos, vitrolas, sarcófagos, colección de cámaras fotográficas análogas, pistolas, colección de radios en madera, lámparas y tocadores de comienzo de siglo, primeros relojes Jawacos, cortadoras de papa a la francesa en hierro, antiguos muñecos Ricardo y tinta para votación de los 80´s, entre muchos otros elementos que llaman la atención mientras se observan de un cuarto a otro.
Y mientras no se sabe que ver porque todo está para eso, apenas se oye la voz de quien conserva estos elementos como el más sagrado tesoro de su existir; porque para Ángel Alberto Lozano Ruiz más conocido como “El Guardián del Cañón”, las reliquias y antigüedades que conserva son más valiosas que su propia vida. Allí se encuentran de pulso y fuerza, memorias físicas de hierro, madera, plástico, pasta, bronce y hasta oro, hechas en épocas cuando todo duraba y nada se desechaba, cuando las cosas se valoraban y no se despreciaban.
Se sabe de memoria quién y cómo lo hizo, en qué año y con qué propósito, en qué lugar y dirigido a qué persona; el valor sin cifra se los pone él porque no le han costado, todos son obsequios de conocidos y visitantes que como las obras de arte, cuelgan en el museo como el gran costo de sus recuerdos.
“Lo más bello como Museo Veredal es mostrar la herramienta más antigua, los serruchos de 1800. Yo digo que mientras un pobre depravado ignorante le canta con vulgaridad y doble sentido al serrucho… si él supiera que con los serruchos de 1800, los médicos amputaban piernas, brazos, porque con un serrucho eran las cirugías… todo esto es un recuerdo” dice “El Guardián” en lo fino de su irreverencia, satírico y directo.
Lo cierto es que este montañero nacido a orillas del rio Combeima, siente satisfacción de conservar todo lo que huela a recuerdo, a historia, a antaño, y espera que su rebaño de época, trascienda por décadas a través del conocimiento que siembra en estudiantes y visitantes de diferentes lugares de Colombia y el mundo.