Columna de opinión – testimonio, por la estudiante de psicología María Celeste Barrera Vera.
2:00 p.m. y era un día lluvioso. Esperé un poco hasta que dejara de llover porque debía hacer una entrega.
Mi mamá me lo dice siempre que puede: “No salgas sola, no te vayas caminando”, pero en mi mente sigo guardando la esperanza de que hay algo bueno en medio de este mundo hundido en la desgracia.
Me dispuse entonces a salir; no tenía planeado tardarme mucho porque de regreso tenía que hacer otra diligencia, así que me fui lo más rápido que pude.
El camino en realidad no era largo y siempre que me voy caminando a cualquier parte, trato de escoger una ruta por la cual transite buena cantidad de personas para evitar sentirme amenazada por algún extraño.
Crucé la primera cuadra y como es de costumbre, en mi mente repetía las palabras “Dios, llévame y tráeme a salvo”. A la mitad de la segunda cuadra noté la presencia de un hombre bastante peculiar; camiseta de rayas blancas y verdes, pantalón de jean, tez morena, de más o menos 1.70 de alto y llevaba una caja en la mano izquierda.
Lo que me dio tranquilidad fue ver que tenía una ruta destinada porque caminaba en línea recta y parecía tener claro hacia dónde iba. Lo escuché cantando muy fuerte en repetidas ocasiones, pero nunca me ha gustado demostrar miedo, y menos si estoy sola porque siento que eso me hace vulnerable ante cualquier desconocido. Entonces, como mencioné antes, llevaba un poco de prisa, por lo que pasé junto a este hombre y lo adelanté.
Justo en el instante en que crucé frente a él, empezó a hacer comentarios sexuales explícitos y sobre mi apariencia. Yo en realidad quería decirle muchas cosas y las personas que me conocen saben que no resisto las faltas de respeto, pero, por alguna razón me sentí realmente frágil en ese momento y no sabía si mi respuesta podía empeorar la situación porque el sujeto estaba demostrando un comportamiento agresivo; así que, con mucha indignación agaché mi cabeza y pasé la calle para seguir avanzando.
Más adelante escuché unos pasos muy fuertes; tenía mis dudas de si era el mismo hombre, pero no quería sacar conclusiones ni sentirme paranoica, así que crucé nuevamente la calle y al mirar hacia atrás con la excusa de “tener cuidado con el tránsito de vehículos” vi que el mismo sujeto venía detrás de mí.
Crucé rápidamente la calle y en ese momento empezaron a transitar carros, lo que me dio cierta ventaja para avanzar rápidamente.
Delante de mí, tal vez a unos 15 o 20 pasos había una pareja; estuve tentada en pedirles ayuda, pero una parte de mí sentía que estaba exagerando un poco la situación, así que caminé muy cerca de ellos para disimular un poco lo que estaba pasando.
Al cabo de unos 10 pasos, ellos cambiaron de rumbo y yo me estaba quedando sin opciones. ¿Y si regreso a mi casa? o ¿sigo caminando? o ¿pido ayuda? me decía mentalmente.
Continué con mi recorrido y avancé hacia la avenida porque transitan muchos carros y eso me dio la confianza de creer que tal vez por ese motivo el tipo se alejaría, pero cuando me detuve un momento para asegurarme de que mi ventaja me había sido de ayuda, lo vi caminando por el mismo atajo que yo tomé.
Pasé rápidamente la calle en un cruce peligroso por la cantidad de vehículos que transitan y cada vez lo sentía más cerca. En ese momento pensaba en Rosmery; recordé cuando vimos los videos de seguridad en donde ese hombre sin temor alguno se fue detrás de ella para hacerle daño. En un movimiento ágil logré que me perdiera de vista y aunque no quería tener en mi mente el recuerdo de ese hombre persiguiéndome, nuevamente volví a mirar hacia atrás y el hombre se encontraba buscándome entre los automóviles. Corrí muy rápido y en menos de lo que me di cuenta llegué a mi destino.
¡Tuve miedo! Tal vez solo fueron 15 minutos… Los 15 minutos más angustiantes de mi vida.
Se lo conté a muchas personas; algunas dijeron que estaba exagerando y otras estuvieron de acuerdo conmigo en que la sociedad es cada vez más insegura.
Es triste porque no es la primera vez que vivo una experiencia así y algo más triste es que muchas mujeres han vivido situaciones iguales o incluso más fuertes.
Si algún día no regreso, no quiero que rompan todo, no quemen, no marchen y no insulten en mi nombre. Por favor pídanle a Dios por mi familia y luchen pacíficamente porque el mundo sea un lugar mejor y porque cada mujer que salga de su casa no tenga miedo de que sea la última vez.